UN DÍA...

 

 

Del libro “El camino hacia el amor ”

 

Un día, mientras esperaba mi desayuno sentado junto a la cocina de carbón, mi abuela me permitió entrar en un trozo de sabiduría cósmica.

En esa misma calle del cantón de Poona vivía un vecino, el señor Dalal, a quien nadie quería.  Era encorvado, canoso y muy flaco; saludaba a todos con una expresión agria y dolorida.  Lo curioso es que su esposa, una mujer pequeña y vivaz ( su perfecto opuesto), lo adoraba.  Estaban siempre juntos; si yo me cruzaba con ellos camino de la escuela, la señora Dalal me saludaba agitando las manos bajo el sari azul, sin apartar los ojos enamorados de su esposo, que iba golpeteando la acera con su bastón.

" Son como Rama y Sita " decía mi abuela con admiración, a espaldas de ellos.  Eso me resultaba muy dudoso, puesto que Rama y Sita son encarnaciones divinas del hombre y la mujer, los amantes más perfectos de la mitología india.  Cuando Rama tensaba su arco, provocaba truenos y relámpagos; Sita por su parte, era la belleza personificada.

A los once años, obsesionado como estaba con el críquet, yo no tenía mucho tiempo para pensar en Rama y Sita ni en los Dalal.  Hasta que una sombra cayó sobre nuestra casa; el señor Dalal agonizaba a pocas puertas de distancia.

Tras una visita al bungalow de la pareja, mi abuela volvió pálida y sombría.

"Le quedan sólo unas horas", dijo a mi madre.  Los niños suelen ser insensibles a la muerte; además, yo estaba resentido contra el señor Dalal desde el día en que, azuzándome con el bastón, me había ordenado recoger un paquete que acababa de caérsele en la acera. Años después, ya estudiante de medicina, comprendí que el señor Dalal padecía de angina de pecho, por lo que su débil corazón no le permitía siquiera agacharse. Los agudos dolores de pecho explicaban su expresión contraída.  Y ahora la enfermedad lo tenía a las puertas de la muerte.

Desde luego, la agonía del señor Dalal era tema de conversación en todo el vecindario. Ese día mi abuela nos informó que la señora Dalal había decidido morir en lugar de su esposo.  Desde el alba al anochecer, se la pasaba rezando con fervor para que se cumpliera este deseo.  En nuestra familia todos estaban atónitos, salvo mi padre, que era cardiólogo.  Él guardaba silencio, pero nos aseguraba que el señor Dalal no tenía esperanzas de recuperarse de su infarto. Una semana después esta predicción fue desmentida por la reaparición del Dalal en la calle, muy frágil y acompañado por su esposa.  La señora Dalal, llena de vida, saludaba agitando la mano bajo el sari azul, tan alegre como siempre, sí bien algo cambiada.

Mi abuela esperaba.  Unos pocos meses después la señora Dalal cayó enferma.  Un resfrío sin importancia se convirtió en neumonía; como en esos tiempos la penicilina no era tan fácil de conseguir ni merecía mucha fe entre el vulgo, la mujer murió súbitamente, en medio de la noche.

- Como Rama y Sita- murmuró mi abuela, con una expresión que se podía interpretar erróneamente como triunfal. Describió la última escena entre los esposos, cuando el señor Dalal se quitó las cuentas de oración para ponerlas tiernamente al cuello de su esposa, antes de que falleciera...  - Ésa es una verdadera historia de amor - dijo - Sólo el amor puede hacer tales milagros.

- No - protesté, irguiéndome con impaciencia junto a la cocina-. La señora Dalal ha muerto.  Tú dices que eso es amor, pero ahora ninguno de los dos tiene nada.

Mi padre ya me había dicho, con su voz clínica y mesurada, que la supervivencia del señor Dalal no era un milagro, sino algo pasajero.  Cabía esperar que muriera en el curso de un año.

- Es que no comprendes - me reprochó la abuela - ¿Quién crees que concedió a la señora Dalal su deseo?  Al amar a su esposo, ella amaba a Dios, ahora está con él.  Toda historia de amor auténtico es una historia de amor con Dios.

Una anciana dotada de mente cósmica es un buen punto para comenzar a hablar del amor. Pues este relato no trata de la señora Dalal.  Cualquier occidental se mostraría escéptico, pensando que ella no obtuvo nada de valor al morir por su esposo, en el caso de que así haya sido.  Lo importante de la narración reside en las más profundas creencias de mi abuela.”

 

Deepak Chopra

 

“Un hombre y una mujer pueden reflejar el amor divino en su amor mutuo”.

“Amar a tu bienamado es tu modo de amar a Dios”.

“El amor humano sobrevive a la muerte”.

Si pudieras albergar las mismas creencias, tu amor contendría profundo poder y significado.