UNA PILTRAFA
Hace algunas semanas caminando por una de las calles de la ciudad donde vivo observé a un joven, al cual conozco de vista desde hace unos años, y que padece un problema serio de movilidad; sé, a través de terceras personas, que ha hecho grandes esfuerzos por superar su situación. El asunto quedaría en mero cruce pero lo comento porque hubo algo que me llamó la atención y me motivó a reflexionar. Venía este buen muchacho de mano de una chica de su misma edad, poco más o menos, ambos con una sonrisa de oreja a oreja denotando felicidad; el quid de la cuestión radica en que también la chica tenía semejantes problemas de movilidad.
Muchas veces nos quejamos de cosas importantes: un dolor de cabeza, el índice del colesterol, la obesidad, las dioptrías que hemos de usar, y paro la lista porque igual nos ponemos hipocondríacos.
Para aquellos dos jóvenes la felicidad, por lo menos aparentemente, consistía en ir de la mano. Y aunque la candidez puede ser y parecer hermosa, creo que muy pocas veces damos gracias a Dios por la salud de la que disfrutamos; en contadas ocasiones le agradecemos al Señor que con dioptrías incluidas podemos ver una majestuosa puesta de sol; que con audífono incorporado puedes escuchar el canto de un ave o el murmullo del río; que con afonías que nunca se van puedes hablar al oído de otro; que con problemas nasales puedes apreciar el aroma de una rosa; que con la hinchazón de tus piernas y callos en los dedos puedes caminar e ir donde te apetece; que a pesar de un dolor que no se va de tus manos puedes peinarte todos los días.
Quizá hoy no te apetezca ni tengas, aparentemente, motivos para sonreír: ¡Es válido!. Solamente, por favor, piensa qué cosas tienes que tanto ansiarían otros tener: cuando encuentres la primera pide al Señor que quite tu egoísmo y dale gracias por lo que tienes, aunque sea muy poco. Mírate al espejo de Dios y comprueba cuántas bendiciones tienes aunque estés hecho una piltrafa.
Los sentimientos que las palabras puedan a diario reflejar están presentes aquí... Amar a otro, amar a otros es interesarse por ellos, aliviar sus sufrimientos, gozar con sus alegrías, contribuir a su progreso y a su perfección. Un corazón lleno de alegría es resultado de un corazón que arde de amor.
Anónimo