HABÍA
UNA VEZ
...
Un Rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una
pintura la paz perfecta.
Muchos
artistas intentaron. El rey observó y admiró todas las pinturas, pero
solamente hubieron dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre
ellas.
La
primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se
reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre éstas se encontraba
un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraron esta pintura
pensaron que ésta reflejaba la paz perfecta.
La
segunda pintura también tenía montañas. Pero éstas eran escabrosas y
descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso
aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un
espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacífico. Pero
cuando el Rey observó cuidadosamente, él miró tras la cascada un delicado
arbusto creciendo en una grieta de la roca.
En
este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la violenta caída
de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en el medio de su nido...
Paz
perfecta
¿Cuál
crees que fue la pintura ganadora?
El
Rey escogió la segunda. ¿Sabes por qué?
"Porque,"
explicaba el Rey, "Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin
problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en
medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón.
“Este
es el verdadero significado de la paz."
Anónimo