ABRAZAR
EL DOLOR
Si
me resisto sufro, si intento apartarlo sufro más, pero si lo abrazo dejo de
hacerlo.
He
oído como dicen que no es bueno
ver mucha televisión, que es mejor coger un buen libro o estudiar un poco en
vez de perder el tiempo con esta. Como soy de los que creen que en todo tiene
que existir un equilibrio, base de todo bienestar, pues yo sigo viéndola.
Lo
decía porque incluso en los lugares que menos pensamos está la frase dicha o
leída con aquella enseñanza que tenemos pendiente, o que al menos la vida
trata de enseñarnos.
Cuando
era pequeño uno de mis hobbies era la televisión, los dibujos animados, y
todas aquellas series que tenían un contenido espiritual. Quizá porque era y
sigo siendo alguien reservado, que vive en silencio, aprendí a sentir sin
buscar el fondo de las cosas de la vida en la que jugó un papel muy importante
la naturaleza que tenía cerca de mí: el jardín de casa, las montañas que solía
frecuentar y por las que me gustaba pasear en la tarde, sintiéndome tan
cautivado que incluso algunas veces se me hizo de noche. Pero es que era tan
grande la magia que sentía, que la vida silenciosa que emanaba de ellas no me
dejaba marchar y cuando lo hacía y regresaba a casa en bicicleta no podía
evitar girar la cabeza para ver la silueta oscura de la montaña.
Era
un contacto de corazón a corazón en el que sobraba cualquier sonido que fluye
por la boca. Y el mar por otro lado fuerza líquida, éste me enseñó el poder
de la constancia, que todo se puede, me inspiraba grandiosidad y fuerza
tranquila. La montaña fuerza bruta como la roca y tierna a la vez con los que
buscan su compañía.
Quizá
por todo ello una de las series televisivas que más me llegó dentro fue
"Kung Fu", protagonizada por David Carradine, la historia de un monje
shaolin, en la que se sucedían de forma armoniosa toda una serie de
acontecimientos capítulo tras capítulo que le abrían la puerta a
conocimientos espirituales, a enseñanzas que sólo pueden aprenderse
"viviendo".
Hubo
un capítulo que tengo grabado en la mente, que trataba del sufrimiento, y
aunque no siempre es fácil, trato de seguir lo que aprendí de él.
Recalcando
siempre la importancia del fluir, se mostró el valor de la no resistencia a
cualquiera que sea la eventualidad, dejarse llevar por el impulso del corazón a
pesar del miedo (¡aún con miedo hazlo!). Las secuencias que se sucedieron
causaron impresión en un niño que no debía llegar a los diez años.
Para
demostrar el pensamiento que dirigió a la persona a la cual quería ayudar,
mientras lo pronunciaba en palabras situó tranquilamente su antebrazo sobre una
pequeña velita... "cuando abraces el dolor, y lo hagas parte de ti, el
dolor desaparecerá”. (¡Claro metáfora visual!)... pero esas palabras
calaron fuertemente en mi interior y hoy día sigo recordándolas.
Como
cualquier persona paso momentos desagradables en los que vivo el miedo y la
duda, y es natural experimentar ese sentimiento, algo indeleble y que siempre
habrá momentos en los que vuelva, pero esforzándome en no dejarle llevar el
control, ahora más que por aquella edad, he entendido aquellas sabias palabras
dichas brevemente.
Cuando
eso ocurre intento ver lo que siento como si fuera alguien ajeno a mí mismo,
dejo que el sentimiento fluya por mi interior sin pensarlo, sólo sentirlo.
Observar donde empieza y donde termina. En qué parte de mí lo vivo más y sin
darle importancia y conscientemente "lo abrazo" diciéndome:
"bueno, si eres parte esencial de mi ser mejor estar bien juntitos y ser
amigos" y en ese momento el dolor ¡cesa! se transmuta en paz...
Es
un escrito en el que no intento enseñar nada, si no la experiencia de una
persona, cada cual tiene la suya y ante el mismo sentimiento tiene distinta
forma de vivirlo, no menos válida.
Ahí
radica el misterio de que la verdad de una persona es válida para sí mismo y
no menos real. El secreto de que la única evolución interna depende sólo de
ti y no de factores ajenos y que no es válida aquí la fórmula matemática de
un mismo denominador común.
Igualmente
válido para los libros... sí, ya sé, enseñan mucho, y es cierto pero seguro
que más de una vez habrás dicho: ¡vaya ahora sé lo que estaba diciendo tal o
cual libro!
Al
final es la propia experiencia la que vale, es en ese momento que podemos hacer
nuestras las palabras que un día leímos y creímos entender... entendimiento
que se afianzó al experimentarlo.
Anónimo
Cuando
abraces el dolor y lo hagas parte de ti desaparecerá...
Al
sentir dolor la mayoría nos resistimos... es como que nos resulta imposible
asumir ese sentir... entonces nos ahogamos en la desesperación, lo ocultamos,
tratamos de que no se note y allí nuestro interior se quiebra, se desborda, y
una sensación de ahogo nos invade... y la tristeza se apodera de nosotros...
Abrazar
el dolor... no rechazarlo... sentirlo... asumir que es parte de nosotros en
algunos momentos de nuestra vida...
Cuando
el dolor nos invade es el momento de decidir entre pegar el salto al salvavidas
o hundirse abrazado al peso del sufrimiento.
Hoy
recuerdo parte de un texto de Mateo Bautista que leí hace años y que decía:
"Todo sufrimiento trae un mensaje de crecimiento, si es escuchado".
Conviene
identificar verdaderamente las causas que lo provocan y encontrar nuevas fuentes
de sentido: buenas relaciones humanas, sanas reconciliaciones, nuevos intereses
vitales, motivaciones altruistas...
Sufrir
sanamente para dejar de sufrir es utilizar el sufrimiento para pasar del apego
al amor, de la manipulación a la libertad, del vacío a la felicidad, del sin
sentido al sentido.
Es
poner amor en todo sufrimiento para que me purifique.
Así
desaparecerá el sufrimiento, el dolor, dejando como herencia:
"El
secreto de la vida..."
Por
eso abrazar el dolor es importante, estamos enseñados para combatir el dolor, y
es nuestro desafío elaborar sanamente el sufrimiento.
Reflexión: Graciela Heger A.